Como la mayor parte de los que formamos esta comunidad de
aficionados a la cerveza, a eso del mediodía me he enterado del inminente cierre
de La Tienda de La Cerveza.
Con esta noticia van a quedar atrás los domingos de rastro,
los birrotes, las catas a ciegas, las presentaciones de micros, Matmor y su
Cine Z, el club de cata, los cursos para
el BJCP, los rufianes y tantas otras cosas que me llegaban constantemente a mi
cuenta de Facebook.
Desde la periferia miro con envidia este lugar que es todo lo que me gustaría tener cerca de mí (con el permiso de mis tiendas y bares locales). Vivo en segunda persona las catas a las que acude mi proveedor de cabecera, veo las fotos de las fiestas de San Cayetano llenas de gente sonriente y un par de veces al año tengo la oportunidad de encontrarme con Javier en la entrega de premios de El
Concurso o en alguna visita fugaz a la tienda.
No voy a insistir en lo nociva que es la gentrificación para una ciudad, ni voy a seguir llorando por las injusticias especulativas del capital porque estoy seguro de que las personas que han llevado a cabo un proyecto tan puntero y referencial en tan pocos años no podrán verse quietos por mucho tiempo. Seguro que es una oportunidad para un nuevo comienzo y estoy deseando ver lo que son capaces de hacer de nuevo.
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