EVANGELIZACIÓN


Hace unos días vinieron unos amigos por casa y no pude aguantarme las ganas de evangelizar. Pero esta vez en vez de dedicarme a elogiar las cualidades y características de la cerveza no industrial preferí darles a ellos la palabra.
Pasé por el supermercado, eché un vistazo a lo que había y me cogí unas cuantas referencias, principalmente lagers de distintos orígenes, prioritariamente de producción nacional y “generalistas”. Intenté seleccionar cervezas con tonalidades similares y estilos no muy diferentes.
Al final escogí Turia - una marzen elaborada en Valencia - , Punta del este - una cerveza “tostada” -  fabricada en Murcia, Bravante Lager - otrora belga y ahora extremeña -  y Leffe Blonde un clásico belga.
Serví las dos alemanas de manera simultánea en vasos sin identificar y dejé las dos “belgas” para más delante.
Los sujetos del experimento tenían ante si las dos bebidas y ambos coincidieron en que la que tenía más sabor era la Turia frente a la Punta del Este, aunque ninguna de las dos cervezas les provocó más que una moderada satisfacción. No hicieron apreciaciones relevantes ni sobre la espuma, ni el color, ni la carbonatación… Parece que estos aspectos no eran importantes para ellos. Distinguieron que no eran cervezas de las de su catálogo habitual (Mahou, Estrella…) pero poco más.
Pasamos a las “belgas” y ahí ya se notó que había más entusiasmo. El cambio del rostro al probar la lager de Brabante fue muy notable. Curiosamente concluyeron que sería la cerveza ideal para tomar con un bocadillo de calamares en la Plaza Mayor de Madrid, en el caso de uno de ellos el impacto en la memoria del sabor fue tan fuerte que se puso a gritar CHENCHOOOOOOOO!!!! CHENCHOOOOOOOO!!!! como un poseso…
Para cuando llegó el turno de la Leffe Blonde las presiones para dejar las mesas de cata y pasar a las mesas de comida eran serias ya, pero a pesar de ello los sujetos del experimento estaban entregados a la causa y asumieron su compromiso con tanta seriedad como prisa.
Desde el momento que acercaron el vaso a la nariz (con sólo tres cervezas catadas ya habían desarrollado una serie de movimientos automáticos: oler, mirar el color al trasluz, tomar sorbos breves… denotando un sólido pasado de cata de vinos) dejaron claro que notaban evidentemente aromas mucho más intensos que con las anteriores, el sabor les gustó pero reconocieron un dulzor que el momento exacto en el que nos encontrábamos no acompañaba mucho.
A modo de conclusión cabe decir que los sujetos del experimento identificaron claramente distintos estilos, asociaron cada uno de ellos con sabores distintos y mostraron una evidente preferencia por uno de ellos.
Bola extra: Decidí dar salida a una Faro de Lindemans que tenía en el frigorífico desde hacía mucho tiempo. Cuando la probaron y les solté el discurso del funk, la cuadra, la fermentación láctica me  miraron y me preguntaron “¿eso de lámbica tiene que ver con el cordero?”, en ese momento me di cuenta dos cosas: estábamos bebiendo muy rápido y el rodillo cultural del inglés provoca situaciones descabelladas.
P.S.: Hubo más cervezas esa tarde, pero lo dejamos para otro momento.





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